Manifiesto por el Día Internacional contra la Violencia de Genero

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‹‹ Un día, el sol abrasador del cuaternario quemó carnes nuevas; el grito de la vida rodó de caverna en valle y de laguna en monte, y sobre los pétalos de una flor fantástica que la madre encontró para tumbarle, el primer niño lloraba su primer dolor. Acurrucada junto a él, la madre primitiva no volvió a perseguir al ciervo, ni a seguir al hombre en sus cacerías; allá se quedó, débil y humana, contando a las mariposas gigantes su dicha, mientras el niño llanteaba el primer acariciar del frío.
La madre quedó acurrucada junto al hijo y el hombre se encargó de traer alimentos, a semejanza de los pájaros del bosque. Así, bajo las selvas primitivas quedó la humanidad encargada de sus respectivos papeles: el hombre ganaría el sustento, la mujer tendría la gloria y el dolor de sentir florecer sus entrañas.
¿Qué es esta palabra “madre”? Madre es la plegaria que pronunciamos en la desesperanza, el grito de dolor, y el alarido de la impotencia. Madre es la invocación de los terrores de niño y de las amarguras de hombre. Purificada por el sufrimiento viene a los labios, en compensación del dolor que sufrió por nosotros. Y volvemos a ser niños cuando la desgracia nos abate, y volvemos a querer sentir su mano sabia que calmaba todos los dolores infantiles, y vuelve el ¡Madre! primero que aprendimos, como homenaje de respeto a la que nos dio la vida con el dolor de todas sus horas. Y el hombre que a veces desprecia a la mujer, no ve que de su mano pasa a la vida, que suaves manos de mujer le conducen cuando niños, le ayudan cuando es hombre y le cuidan siendo viejo. ¡Qué ingratitud es despreciar lo que es guía, esperanza y báculo!››

Estas palabras que acabamos de leer fueron pronunciadas hace ya casi un siglo por una mujer excepcional: María Teresa León, una gran escritora que, contra viento y marea, ayudó a abrir puertas y ventanas para que las mujeres de generaciones venideras pudiéramos pronunciar sin miedo la palabra IGUALDAD.
Estas bellas palabras que hemos leído, después de casi cien años, encierran en sus entrañas la queja y el dolor de la que también fue una mujer maltratada.
Demasiados años han pasado para que la humanidad siga tropezando una y otra vez en la misma piedra… Ya es hora de cambiar el final del cuento y poder decir que la mujer, aunque débil y humana, es grande y respetable para los hombres, que la mujer no sólo quiere quedarse en casa acurrucada junto al hijo y que el hombre se encargará de algo más que de traer el dinero; que la mujer tiene trabajo, tiene amigos, tiene cosas que contar… y que el hombre se alegra de sus triunfos; que la mujer toma decisiones y goza de libertad y que el hombre, contento por ello, le muestra una sonrisa de complicidad. Llegó el día de repartir de nuevo los papeles y concederle a la mujer uno más grato. Llegó el día de gritar a los cuatro vientos que la mujer no es un objeto, que no pertenece al hombre, que no se puede humillar, que no se puede controlar, que no se puede violar, que no se puede asustar, que no se puede amenazar, que no se puede aislar, que no se puede anular, que no se puede MALTRATAR.
Hoy, 25 de noviembre de 2014, llegó el día de empezar a escribir la historia a nuestra manera y ponerle un final feliz.

María José Castillo Robles
Coordinadora para la promoción de la igualdad de genero.

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